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No huyas del dolor, resignifícalo

No huyas del dolor, resignifícalo

¿Has deseado alguna vez borrar por completo un capítulo doloroso de tu vida?

Yo no solo lo deseé: lo suplicaba.

Me presento, soy Karo. Desde que era una niña, quise borrar de mi vida los momentos de dolor y angustia que tanto me marcaron. Soñaba, una y otra vez, con que todo lo que me hacía llorar desapareciera por completo. Siempre anhelé una vida diferente.

De pequeña, solía imaginar que era gemela de otra niña igual a mí. Pero ella vivía la vida que yo anhelaba: libre de lágrimas y llena de abrazos que yo solo soñaba recibir. Estaba lejos del dolor, de la soledad, del abandono, de la tristeza… y de cientos de emociones que a mí me sumían en la desesperanza.

Pasaron los años, y mis ganas de eliminar mis frustraciones no cambiaban. Al contrario, ese deseo de no estar en mi realidad me llevó a tomar decisiones que solo empeoraban mi dolor.

Una mala decisión tras otra hacían que cada vez deseara reiniciarme, empezar de nuevo… pero no en el mismo lugar. ¡Nooo!

Yo quería reiniciar mi vida lejos de quienes conocía, lejos de quienes me hacían daño, lejos de mi familia, lejos hasta de mi propia mente… Y no podía. 

“¡Auxilioooo!”

¿Quién puede presionar un botón y cambiar su realidad? No sabía si alguien podía hacerlo; solo sabía que cada vez me sentía más triste. Era como nadar contra la corriente de un río que solo me arrastraba de regreso a la orilla del dolor. 🌊

¿Sabes de dónde nace el término "resignificar"?

Este término nace de la necesidad de describir cómo las personas transforman el sentido de sus experiencias, especialmente cuando reinterpretan vivencias dolorosas o desafiantes para encontrarles un nuevo propósito o valor.

Me encontré con esta palabra hace apenas unos meses, y descubrí que es exactamente lo que estaba buscando durante años, sin saber que tenía un nombre…

Pasaron más años y, aunque no lograba cambiar eso que tanto deseaba transformar, cuando menos lo esperaba, en medio de mi desesperanza, conocí a un ser maravilloso que me ayudó a entender por qué viví cada etapa de mi vida como la viví.

Me di la oportunidad, junto a Él, de analizar cada vivencia, cada circunstancia, cada persona, cada situación, y llegué a dos conclusiones que encendieron la chispa de mi transformación:

– Nadie da de lo que no tiene.
– Lo que no nos mata, nos hace más fuertes.
    (la clásica de nuestras abuelas, pero más real que nunca).

Nadie da de lo que no tiene

Y es así de simple: ¿quién puede dar algo que no tiene?

Me explico: si eres mamá o papá y tu hijo te pide la última colección de Fisher-Price, pero tú solo tienes el dinero justo para la renta y la comida, ¿se la das de inmediato?

Lo más probable es que no. Primero analizas tus ingresos, haces un ahorro programado, y cuando llega el momento adecuado, se la compras. Puede que te tardes tanto que, cuando por fin se la entregues, ya no esté de moda. Quizás sí. Pero no puedes dar algo cuando no lo posees.

Lo mismo ocurre con el amor, que era una de mis más grandes tristezas: no haberlo recibido como yo lo necesitaba.

Con dificultad, pero con toda la empatía que me dio el crecer carente de afecto, entendí que cuando no tenemos algo, no es posible darlo, por más que queramos. Solo aprendemos a darlo cuando la misma vida nos muestra el camino para conseguirlo.

No estoy normalizando que todos los niños deban vivir esto, claro que no. Solo quiero mostrar que, a veces, los adultos no sabemos cómo afrontar situaciones que nunca nos enseñaron a manejar. Y está bien no saber; lo que no está bien es quedarnos en la desinformación, porque no sabemos qué seres humanos estaremos entregando al futuro.

No huyas del dolor, resignifícalo

Lo que no nos mata, nos hace más fuertes

Puedo decirte que esta frase es más real que el dispositivo que tienes en las manos mientras lees este blog.

Nada ha sido más verdadero en mi vida que hacerme más fuerte a través de las pruebas que enfrenté. Hoy me siento feliz de decir que las superé, con dolor, dejando el pelo en el alambrado, más raspada que niño estrenando patines… pero las pasé.

Hoy me siento más viva que nunca.

Ya no tengo ganas de huir de mi pasado. Hoy puedo decir que todo eso me hizo más empática, más resiliente, me hizo ser una mamá increíble, una hija que entiende y comprende el pasado. Toda mi historia me hizo una mujer más humana, más respetuosa de cada proceso.

Y no crean que este es el final. Aún sigo en el proceso. Día tras día, cuando me siento débil o desgastada, me recuerdo que si todo lo anterior no me hizo morir, es porque el propósito que me trajo hasta acá es más grande que mi imaginación.

El día que te conocí, Dios —mi ser maravilloso, quien me hizo entender todo ésto y más— cambió mi vida. Cambió mi manera de ver el dolor, de identificar el daño que me causaron. Entendí que todo lo que había vivido debía resignificarlo para convertirme en la mujer que soy hoy.

Mi historia no termina aquí. Hoy elijo caminar de la mano de Dios, confiando en que cada paso me acerca más al propósito que Él diseñó para mí desde el principio.

Hoy quiero que tú que me lees lo sepas: si estás pasando por un momento oscuro, si sientes que no puedes más, no estás solo. No huyas del dolor! Abre tu corazón a Dios, permítele entrar en tu dolor, y Él te enseñará a resignificar tu historia. Así como lo hizo conmigo, puede hacerlo contigo. Porque Él no solo me mostró el camino, me acompaña cada día a recorrerlo.